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Como siempre, la soga rompe por lo más delgado

 

La Reserva Federal de Estados Unidos anunció el miércoles un aumento de 0.75 puntos porcentuales en la tasa de interés oficial.  Esto significa un aumento en el precio de los préstamos para viviendas, para la compra de autos y las tarjetas de crédito.

Para las familias de altos ingresos, estos aumentos representan solo un poquito más en sus pagos mensuales cuando compran una vivienda; para los ricos, no significa nada, probablemente más ingresos en sus inversiones.  Las familias de altos ingresos suelen comprar casas con pago al contado o altos pagos iniciales, lo cual reduce el efecto de la alta tasa de interés.  Cuando compran autos, muy pocas veces buscan financiamiento.

Pero para los que resulta un problema, es para las familias de bajos ingresos.  Les hace más difícil adquirir viviendas y más doloroso cambiar de autos y pagar las tarjetas de crédito.

La decisión de la Reserva Federal tiene como objetivo detener la inflación.  Reduciendo la capacidad de compra, se fortalece el valor del dinero.

La inflación que sufre el país actualmente no es solo como consecuencia de la pandemia, es también el resultado de la política de sanciones que Estados Unidos ha impuesto a Rusia por su invasión a Ucrania. Al suspender el consumo de petróleo ruso en Estados Unidos, el cual representaba aproximadamente un 12 por ciento, se puso presión sobre los productores y distribuidores que, ni tontos ni perezosos, aumentaron los precios. Para poner el asunto peor, la Unión Europea, a instancia de Estados Unidos, redujo el consumo de gas y petróleo ruso, y comenzó comprar también a productores norteamericanos.  Para enfrentar esa situación, la administración de Joe Biden redujo los impuestos a los combustibles y autorizó aumentar la producción de los depósitos de reserva.  Los cuales ya se encontraban a toda máquina debido al embargo petróleo contra Venezuela.

Rusia, es uno de los mayores productores de fertilizantes agrícolas del mundo.  Con las sanciones por la guerra, Estados Unidos y Europa detuvieron la compra de fertilizantes, lo cual encareció el precio de estos y como consecuencia, los precios de los productos agrícolas.  Una situación que amenaza con provocar una hambruna mundial.

Debido a que la economía se encuentra en una escalada inflacionaria, porque hay más dinero que cosas para comprar, el gobierno federal no puede dar subsidios a las personas de bajos ingresos, porque eso aumentaría la inflación.  Los cual deja a las familias pobres sin una rama de donde agarrarse.

El presidente de las Reserva federal, Jerome Powell, dijo el miércoles que reconoce que las medidas para controlar la inflación afectaron a los sectores menos desventajados de la sociedad, pero que al final redundarán en beneficio de todos.

Nosotros nos preguntamos ¿Por qué tienen que ser pobres los que se sacrifiquen para arreglar la economía?

La misma situación está ocurriendo en Europa.  Los países miembros de OTAN en solidaridad con la política norteamericana hacia Rusia, están pagando ahora más caros el petróleo y el gas natural, y esos gobiernos le están pidiendo a la población reducir el consume de energía y a garrarse de las cuerdas por los aumentos en las facturas, que ya van en un 30 por ciento sin haber comenzado el invierno.

Nosotros nos preguntamos ¿Por qué tienen las familias de bajos ingresos de Europa que pagar las consecuencias de la política de alianzas de sus gobiernos?

Porque como se ve y se ha visto siempre lo soga parte por lo más delgado.

¿Qué ha hecho Inglaterra por el mundo?

 

La muerte de la reina Isabel Segunda ha sido destacada por los medios de comunicación convencionales como la hecatombe del universo, la pérdida del personaje que trajo la felicidad al mundo, y el sepelio de la madre de todos los seres vivos.

Pero en realidad ¿Quién era la reina Isabel y qué representaba?

Era la heredera de un poder que nunca se esforzó para alcanzar, lo recibió de su padre, el rey Arthur George en 1952. De un reino que ha servido bien a los monarcas y probablemente a muchos ingleses, pero que ha sido la desgracia para muchos pueblos del mundo.

Los ingleses, escoceses, galos y norirlandeses se sienten orgullosos de su monarquía; los norteamericanos y australianos de su herencia inglesa, lo mismo que los canadienses de su Commonwealth, pero los pueblos del África, los descendientes de los esclavos de cuya sangre se enriquecieron los comerciantes negreros ingleses, los nativos de América ni los hindúes, no tienen por qué sentir orgullo por ese reino.

Inglaterra siempre fue un imperio avasallador. Obligó a los países vecinos a convertirse en súbditos asesinando a todos sus lideres e imponiendo su monarquía hasta convertirlos en lo que se conoce hoy como Reino Unido.

Invadió India, Egipto y gran parte del África y los convirtió en sus colonias.  La India vino a lograr su independencia de Inglaterra en 1949 con el levantamiento sin violencia de Mahatma Gandhi.

Estados Unidos logró su independencia en 1776 y todavía Inglaterra es propietaria de varias islas del Caribe y de las Malvinas en Argentina.

Durante el siglo 18 exportaba a sus colonias de América esclavos del África que eran hombres y mujeres cazados como animales y llevados encadenados a trabajar y morir en los territorios del reino.

Del negocio de esclavos nació la comunidad afroamericana del Estados Unidos, la afroantillana del Caribe y la república de Haití debido a que los amos franceses de esta última colonia compraban los esclavos a los comerciantes negreros ingleses.

En el siglo 20 la monarquía inglesa reprimió sin clemencia a los independentistas de Irlanda del Norte y aún lo sigue haciendo; atacó a Argentina en la Islas Malvinas en 1982 provocando la muerte de 659 soldados argentinos, 255 ingleses y cientos de suicidios.

Inglaterra ha apoyado sin reservas todas las incursiones militares de Estados Unidos en América Latina y el mundo.

Los latinoamericanos, así como los norteamericanos que no son caucásicos, no tienen nada que agradecerle ni admirarle a la corona británica.

La enorme cobertura de los medios de comunicación americanos, además de exagerada, ignora el dolor de los afroamericanos; la cobertura de los medios latinos, es una muestra de la falta de amor propio y el carácter de sumisión al poder extranjero.

Que descanse en paz la reina, pero eso a nosotros no nos toca.

El expresidente Donald Trump y sus seguidores se han convertido en el Cuco de los demócratas, especialmente del presidente Joe Biden y el Comité Nacional Demócrata.

El triunfo de los seguidores de Trump en muchas de las primarias republicanas y el temor de la actual administración de que una recesión económica arrastre con las aspiraciones de seguir en la Casa Blanca, son latentes.

El presidente Biden, habló el jueves para advertir del peligro del lobo y rogar por la paciencia de los votantes en la creciente inflación que se cierne sobre la economía americana.

Biden consideró a Trump y sus seguidores como una amenaza al sistema democrático norteamericano.  Pero resulta que, para el ciudadano común de este país lo mas importante no es la democracia, sino la capacidad de hacer riquezas y el privilegio de no vivir en crisis.

Es tanto así, que ni las guerras que convierten en héroes a los presidentes han podido salvar a los mandatarios en cuyas administraciones se han producido crisis.

La administración de Jimmy Carter, pese a haber sido una de las mas pluralistas y modernas de la historia de Estados Unidos, no pudo salvarse de la crisis económica de finales de los 70s y Carter fue derrotado por un candidato ultraconservador, Ronald Reagan.  Carter, es un ingeniero nuclear con grandes méritos académicos y Reagan era solo un ex actor de muy bajo reputación en Hollywood.

La Guerra del Golfo de del 1990 que libró George H. Bush, lo convirtió en héroe, pero no lo salvó de la crisis que sufrió el país en los dos años siguientes y fue derrotado por su contendiente demócrata, Bill Clinton.

Biden, en las elecciones del 2020, tenía todo el apoyo de los votantes urbanos del país, en especial de las minorías étnicas que habían sido incesantemente castigadas por Trump.  También, de los jóvenes progresistas que rechazan la política agresiva e injerencista de Washington en otras latitudes del mundo.

En los dos años que lleva su administración ha cumplido muchas promesas de campaña, pero ha mantenido la misma irracional política exterior de Trump caracterizada por su respaldo a gobiernos de la ultraderecha en América Latina; su guerra económica con China y su desprecio a los países pobres de Africa.

Biden, no era un candidato popular en las elecciones del 2020 y mucho menos lo será ahora después del desgaste político que le heredará la inflación.

El secretario de la Reserva Federal ya admitió que las medidas restrictivas que se tomarán para controlar la inflación, afectarán las economías de las familias norteamericanas.

Por el lado republicano, no se sabe aún si Trump será el hombre de la boleta en las elecciones del 2024.  Pero lo que sí es claro, es que el respaldo que tiene de su partido es cada vez más sólido y decidido.

Trump, representa el ultranacionalismo que por muchas décadas los gobiernos norteamericanos han sembrado en las mentes de los ciudadanos en virtud de la guerra fría y el rechazo a las medidas populares bajo la calificación de comunistas.

A los norteamericanos se les ha enseñado que, el libre comercio, aún sea vendiendo a Dios en botellas, es la esencia de la libertad.  Que no hay nada mas importante que su bienestar y que las desgracias de los demás, son las consecuencias de sus incompetencias.

En virtud de esos valores, millones votarán en noviembre de este año y lo harán también en noviembre del 2024. ¡Buena suerte presidente!

 

El 11 de septiembre

 

Este domingo se cumplen 21 años de los ataques terroristas que cegaron la vida a cerca de 3 mil personas que nada hicieron para merecer la muerte cruel de que fueron víctimas.

Los ataques fueron perpetrados por grupos de fundamentalistas musulmanes comandados por el millonario saudí Osama Bin Laden.

Tres aviones fueron secuestrados en una acción suicida para ser estrellados con todos los pasajeros a bordo en las torres gemelas de Nueva York, el Pentágono y presumiblemente en la Casa Blanca.

El grupo terrorista se había propuesto atacar objetivos norteamericanos.  Uno de esos ataques fue contra un buque norteamericano en las costas de Yemén.  La entonces administración de Bill Clinton lanzó ataques con misiles a lugares donde se presumía que se encontraba el comando del grupo terrorista Alqaeda.  Eso ocurrió en 1977, y tres años después Bin Landen lanzó los ataques del 11 de septiembre.

Estos hechos de sangre, debían ser razones suficientes para entender la necesidad de vivir en paz y examinar la política exterior norteamericana.  Contrario a eso, la entonces administración de George Bush llevó a cabo una invasión militar contra Afganistán, donde se encontraba el centro de operaciones de Bin Laden. Esa invasión acabó por destruir el empobrecido país y dejó hasta la fecha cerca de 200 mil muertos, unas de 50 veces más que los que murieron en los ataques del 11 de septiembre.

Bush utilizó el dolor de los norteamericanos por los atentados de Nueva York para lanzar una invasión contra Irak, que hasta la fecha ha arrojado cerca de 300 mil víctimas, cien veces mas que las que arrojaron los atentados de Estados Unidos.

Pero el 11 de septiembre es una fecha de dolor no solo para los americanos, lo es también para los chilenos.  El 11 de septiembre de 1973, se produjo un cruento golpe de estado en Chile que acabó la vida de cientos de miles de jóvenes e intelectuales y sentó en el poder a un criminal llamado Augusto Pinochet Ugarte.

El golpe derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende que había sido electo en 1970.  Allende fue muerto por los militares golpista en el mismo palacio de la Moneda, y tras su muerte Chille se convirtió en un baño de sangre.

Ese golpe de estado fue planeado y ejecutado con el soporte de la Central de Inteligencia Americana (CIA).

La administración de Pinochet contó hasta sus últimos días con el apoyo de Estados Unidos.

En la conmemoración de los sangrientos hechos del 11 de septiembre del 2001, este año el presidente Joe Biden hablará desde el Pentágono, no desde Nueva York donde murieron tantas personas inocentes.  Lo hará allí posiblemente para honrar la memoria de las víctimas de los ataques en esa edificación militar, pero probablemente será para aprovechar la ira que generaron esos hechos para seguir promoviendo las guerras, exaltar el poderío militar mundial de los Estados Unidos y justificar la expansión de la OTAN en el mundo.  Justificar la enorme inversión en armas para la guerra de Ucrania y verter amenazas contra China y Rusia.

Es decir, que la sangre inocente derramada en los atentados del 11 de septiembre del 2001 seguirá sirviendo para derramar mas sangre y mutilar las alas de la paz.  Y el poder militar norteamericano para imponer gobiernos a costa de la vida de gente inocente.

En las guerras los que más sufren son los inocentes

 

Las guerras son supuestamente enfrentamientos entre ejércitos, es decir, soldados de uno y otro bando.  Por lo que, los que matan son entrenados para matar y los que mueren deben los que se lanzan a los campos de batalla desafiando la muerte.

Pero en realidad, las cosas no son como deben ser.  La mayoría de las víctimas de las guerras son personas que nada tienen que ver con estas.

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki en 1945 no fueron lanzadas contra soldados, sino contra dos ciudades pobladas de civiles lo que dejó un saldo de casi medio millón de muertos.

En la guerra de Vietnam murieron más civiles que soldados.  Según algunas organizaciones, la suma de muertes de civiles superó a la de los militares en más de un millón y medio de personas.

La invasión de Estados Unidos a Irak dejó cerca 200 mil víctimas civiles y una miseria espantosa como consecuencia de la destrucción de su infraestructura productiva.  Igual resultado tuvo la invasión de Afganistán.

Los actos terroristas del 2001 dejaron más de 3 mil víctimas civiles que no tenían nada que ver con el conflicto de Estados Unidos y el medio oriente.

En la actual guerra de Ucrania, según informe de las Naciones Unidas del mes de mayo de este año, en solo tres meses de guerra murieron 3,946 civiles, que probablemente nunca se pusieron un uniforme ni pidieron ir a la guerra.  Actualmente se estima que esa cifra pasa de los 15 mil.

Desde la revolución del Maidan en el 2014, más de 10 mil personas civiles han muerto por los ataques del ejército Ucraniano en la zona del Donbás donde se encuentran grupos independentistas que proclamaron dos repúblicas (Donetsk y Luhansk).

Un informe divulgado hace una semana por la organización Amnistía Internacional denunció que el ejército y las milicias ucranianas están usando a los civiles como escudo en la guerra con Rusia.

El informe explica que miembros del ejército de ese país han colocado los lanzacohetes proveídos por Estados Unidos y la OTAN en escuelas y hospitales.  También explican sus investigadores que, pudieron comprobar que en los lugares de combate cuerpo a cuerpo los militares ucranianos se pertrechan en edificios familiares desde los cuales disparan a sus enemigos. 

Con esto los militares de ese país pretenden forzar a las tropas rusas a abstenerse de atacar y responder los ataques, y si lo hacen, se convierten en objeto de propaganda por haber disparado contra una escuela o un hospital.

Las grandes cadenas de prensa americanas y europeas, que nunca publicaron las masacres del Maidan, publicaron hasta la saciedad los edificios residenciales destruidos en Ucrania por los ataques rusos.

Todos estos funestos resultados, en vez de llamar a la reflexión de los líderes mundiales, parecen motivarlos para invertir más dinero en armas y propiciar nuevas guerras.

Rusia ha desarrollado la industria de las armas, las cuales no tienen otro objetivo más que matar, como un producto rentable para su economía y su sistema anfibio de comunismo y capitalismo.  El parlamento alemán aprobó hacen dos semanas armar a ese país como una potencia militar, para lo cual triplicará su presupuesto de defensa.

Estados Unidos anunció una nueva partida de 10 mil millones de dólares en armas para Ucrania en adición a los 50 mil que ya envió.

Cada centavo en armas es un centavo más para la muerte.

Si una guerra nuclear se desatara, el 90 de las víctimas serían civiles.  Esos, que con el pago de sus impuestos financian las guerras de las cuales terminan siendo víctimas, mientras los fabricantes de artefactos para la muerte disfrutan complacidos y seguros de sus riquezas.

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