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Por Ramón Peralta

En el artículo pasado hicimos referencia a los distorsionados comentarios del Presidente Trump referentes a lo que él llamó “el adoctrinamiento de nuestros niños a través de los textos escolares…destronando nuestros héroes e intentando desmoler la herencia estadounidense…” Expusimos que la visión de la historia del Presidente obedecía a una vieja concepción de esa disciplina que hace mucho tiempo fue superada y que consistió en convertir la historia en un cuento de las “cosas buenas” del pasado al margen de las normales contradicciones y enfrentamientos de los grupos sociales en pro de crear el proyecto de nación. Esa visión de la historia se ocupó fundamentalmente en exaltar los protagonistas y héroes de las hazañas del pasado sin tomar en cuenta o echando a un lado otros importantes factores que intervinieron en el desenvolvimiento de los hechos.

El proceso de creación y desarrollo del estado americano conllevó serias contradicciones, generadas por los intereses económico-sociales de sus protagonistas y el resto del pueblo. Desde sus inicios se enarbolaron propuestas de gobierno que correspondían a la escala de valores de los grupos dirigentes y no a la del pueblo en general, trayendo como consecuencia la discriminación de grupos, ya sea por su posición económica, racial, religiosa o étnica. En ese sentido, las proclamas que se incluyeron en la constitución se convirtieron en la práctica en un mito para la generalidad del pueblo, que era en cierta manera adoctrinado a través de los medios por el grupo que controlaba el poder. 

La igualdad,  en que tanto insistieron los proclamadores de la constitución, encontró numerosos obstáculos en el desarrollo de la vida real de los ciudadanos en los que la minoría dirigente impuso su propio modelo a través de los mecanismos que le facilitó el ejercicio del gobierno. A través de la educación se condicionó a los niños a aceptar valores que insistían en la predominancia del género masculino, la piel blanca y la orientación religiosa protestante. Estos criterios se convirtieron en verdades aceptadas y estampadas en las páginas de los libros de historia sin ninguna criticidad y a pesar de las contradicciones existentes en la vida real. El mismo curso siguió la enseñanza en la que se mostraba que la gente negra era bruta por naturaleza y que el color de su piel conllevaba esa debilidad. Dada esta realidad, no fue extraño que después de librar una terrible guerra para eliminar la esclavitud, estos criterios continuaron teniendo vigencia en los libros de historias y las prácticas culturales de la nación, donde se exaltaba una homogeneidad inexistente y la realidad se exponía como un cuento de hadas.

Esas prácticas culturales tuvieron su raíz en los mismos comienzos de la colonización cuando los nuevos colonizadores establecieron su identidad propia como grupo selecto y distinto, tanto de los nativos, como los que después vinieron como inmigrantes y los que fueron traídos como esclavos. En ese proceso, la religión también jugó un gran papel como elemento divisorio, ya que los primeros colonizadores abrazaron el protestantismo como la única expresión religiosa y eso quedó como práctica aun después del proceso independentista. No es extraño por tanto, que con las sucesivas inmigraciones que luego llegaron durante el siglo XIX y a principio del siglo XX, y que comprendieron, en su gran mayoría, grupos de católicos y judíos, estos no fueran recibido con mucho agrado por la población protestante americana, a pesar de la existencia de preceptos constitucionales que consagraban la libertad religiosa. La persecución que sufrieron los Mormones es un testimonio de esta realidad.

De manera que, históricamente la imagen del blanco protestante quedó estampada como la ideal en el territorio americano y fue mantenida aún después de proclamada la independencia a pesar de las controversias que generó y que hoy el presidente y otros quieren ocultar en nombre de una falsa historia, basada en el cuento idílico de la paz, la tranquilidad y la preeminencia de los valores de un selecto grupo de héroes, dejando atrás el verdadero protagonista de la historia que es el pueblo norteamericano. Exaltar a este último es lo que hace la historia que Trump denomina de “izquierda.”  

Las contradicciones históricas no solo tuvieron su raíz en lo ideológico-religioso sino también en lo económico, de lo que nos ocuparemos en el siguiente y último artículo de la presente serie.  

 

 

 

      

 

 

 


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